Ataque literario, efusividades instantaneas.

Destapé una cerveza y conté el tiempo que tardaria su posible desangrado, observe como se hundía para siempre dentro del vaso y transforme su vida en alimento para la mía.
Cuatro cadáveres se encontraban junto a la difuntita, el televisor apagado mostrando nada, la suciedad de los sábados que dejaron unos amigos, y su reflejo de adolescencia intrépida que por suerte hace que todavía no pierdan la fe, que crean en la noche como aventura, como espejo de la verdad, de su única verdad.
Si supieran como cuesta cerrar algunos asuntos específicos, darles un final adecuado, intentando siempre subrayar que nada se pierde, que todo se transforma, que una puerta se cierra, que otra se abre (inverbes dichos populares).
Aún más me cuesta en estos días, describir sus rasgos más sobresalientes, vivirlos, interpretarlos, tomarlos con las manos y juguetear con ellos para luego desecharlos, para darle el punto final que nunca fui capaz de ofrecerme.
actuar así cuesta tantas cosas, es deprimente chocarse con la hipocresía en la esquina, mirarla a los ojos y ver como se sucede, como se desplaza atormentando todo a su alrededor, revolucionando la putrefacción, dándole vida a lo oscuro, anidándole en su egoísmo barato, con una medalla de maldición al cuello.
Como cuesta creer en el Romeo y Julieta de todos los días, el melodrama social que muestra la TV y sus novelitas latinas.
He odiado las luces blancas y las sigo odiando, me repugnan. Esos tubos de fluorescente son tan tristes, tan apagados, nos hacen parecer tan insensibles, nos roban tanta calidez.
Consideró que estos amiguitos radiadores de luz, fueron diseñados para consumir menos energía, para aflojarnos el bolsillo ahorrandonos así el aporte energético y psicológico que nos da la calidez del ambiente que estamos llenando con nosotros, con nuestra esencia y nuestro cuerpo.
Así también, me queda por contarles que estoy solo, que este texto se escribe desde cuatro paredes que me observan, que las puertas no hacen ruido, que las luces solamente están apagadas o prendidas eternamente, que no existe nadie más que yo para apretar el botoncito.
Hay moscas rondando por ahí, como miles de personas que aún intentan conocer el sabor de la victoria, una victoria personal, un éxito fugaz. Los cables rellenan las paredes, un amigo se acordó de mi e intenta saber mi paradero, yo le respondí sin dudar al leer su mensaje: Estoy vivo y fulgurando ideas, estoy en paz.

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©2009 Augusto Rivarola | by TNB