Puedo.


A esos restos de la noche no había mejor solución que devorarlos sin fin, sin importar las consecuencias que estás adolescentes rebeldías se traían entre manos, jugué a comprender los limites que nos imponen por una u otra vulgar circunstancia, me retorcí hasta levantarme hoy por la mañana con una tremenda y triste sensación dionisiaca. Cuando disimuladamente empecé a formar parte de la multitud no aspire a ser conciente de la inmensidad del barco que aún anclado, pretendía zarpar, supuse como siempre que este tipo de encuentros reafirman mi benevolencia absoluta y la prejuiciosa ilegitimidad ante todos. Hoy soy el murmullo ajeno que busca formar una opinión sabiendo tanto de vos, como del origen de la vida y todas esas irrelevancias (lo son si estás cerca mio).
Me he convertido en el trozo de pasado que se invita a revivir, he dejado de lado las histerias, otros amores, la ética, y la moral por todo este vendaval y aún así me encanta, aún así me castiga la sensación de inseguridad y no poder ser ese, que condena cruel no poder ser el. [..] Si fuera yo el que compartiera esa mesa, las noches, si fuera yo el que iluminara las esquinas más oscuras o cobijara tus espaldas las noches de frío. Si yo fuera todo eso, ¿realmente seria yo? [..] (Fragmento sobre la Polaca) Planteos existenciales se esparcen como ondas de microondas que desapercibidas pasan inundando nuestras vidas, ¡tan expresamente!, ¡con tanta intensidad!, no tendrían comparación con mi atroz mirada y la tuya al cruzarse en ese instante de sinceridad, nada podría ser comparado con todo esto. Dejamos de lado este estado de sitio, esas prohibiciones ridículas que te rigen, las moralidades, te invito a desarmarnos ante la vehemente pasión, desangremos a los tabúes y demosle una lección de historia vil, llenemos nuestro prontuario de Maquiavelismos y como dos soles nacientes en Verano y fulguremos a discreción toda está devoción que nos apresa, nos ata y nos impide disimular en aquel instante de humanismo y sudor venéreo, donde las miradas se cruzan y todo aquello que nos resucita, expone nuestra condición animal. El tiempo me cansó, las luces boreales ya golpean mis pupilas y te extraño. así es. Te extraño aún temiéndote. Puede todo este parecerle una locura mi hermosa Michelle pero nada lo es, puedo mirarla a los ojos y pasar horas recostado, explicándole el porque de tanto sufrimiento que nos impusierón como examen.

0 comentarios:

 
©2009 Augusto Rivarola | by TNB