Sobre los viajes en colectivo de larga distancia.

Según creo e intentare fundamentar, los viajes en colectivos generan un sufrimiento de carácter temerario que desemboca en actitudes totalmente irritables. Las personas crean un control de aquella mini-sociedad el cual las sofoca a estás en el silencio y en el orden pre-establecido con un autismo notable y deprimente. En el colectivo cualquier comentario radical o de índole ruidosa pone en evidencia la intolerancia mutua que se registra con los comentarios “máaas amistosos posibles”.
Resulta intrigante conocer las caras de las personas que viajan en los asientos posteriores meditando sobre ideas que también desconoceremos. El publico gentil y dispuesto a intercambiar impresiones se achica a medida que las luces del día se apagan y la noche se apodera de los ventales del titán que nos acerca a destino. Los celulares juegan un papel extraordinario en el banquete de las apatías, cada vez que un agudo e irritante aparato se dispone a sonar seguramente amedrentado por un tercero desde una ubicación poco exacta y con intenciones de ser recibido, los gestos, los conservadurismos y la intolerancia (otra vez), atacan al portador de dicha arma de “autodestrucción en la sociedad colectivera” y nos convierte en la primer plana de sus maldiciones y expresiones menos amables que el tipo del asiento 28V recibió por sus ronquidos garganteros y flematicos.
Así mismo y sin despreciar el transporte público, se pueden hallar excelentes almas con carencias de índole amargo, que disponen de malas vibras y apatía filosa, supongamos que los nombrados están encargados de amedrentar el paseo y convidarle con su gracia eterna aunque lamentablemente y sin dudarlo estén aplacados por los mismos de siempre que desde su frase de cabecera, concebida del código de convivencia de la escuela primaria “Nuestra libertar termina donde empieza la libertad del otro” hacen eco de su excelencia y su moral como grandes corporativos que mostraran sus dientes blancos ante cualquier situación de rechazo de aquellas leyes morales que algunos no poseemos.


Augusto Rivarola (15/11/2009 – Las Flores – Buenos aires)

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