Lo que dicen tus ojos en el norte.

El norte y sus ojos

Citamos y definimos eficazmente al miedo (como creemos) como articulo vencedor de la interminable proyección de la histeria. Está mañana, crucé la infinidad de las calles imaginando que encontraba respuesta alguna ante irremediable situación pude contener la cordura y estallé en el momento indicado.
Los miedos se apropiaron del papel principal en aquella guerra de placeres, que típicamente concluyeron en un arma de destrucción masiva como aquella basura que crea el Siglo XXI, como aquel acople ruidoso que aturde mis oídos y suplica silencio.
Te has puesto restrictiva con respecto a tu panorama, intentando no envenenar esa hermosa rutina que te apetece, alejando a los idiotas que se ofrecen por doquier en tu camino, esos insensibles contemporáneos que compran valores morales televisivos e intentan aplicarlos en damas nobles como vos cosa que no ambos sabemos no funcionaría nunca. Los límites que envuelven tu soledad que se muestran florecidos ante el día soleado y nos invitan a revolcarnos con su calor veraniego. Ellos son los culpables de que esto no persevere ni un minuto más.
Negándonos y negándote el hecho es que ni el junco se compara con mi fortaleza cuando a partir de tantos intentos y tormentas sabemos que hubiese caído, todo esto ha logrado que me torne autista y te siga con una pierna cojeando, manipulando mis estrategias e implorando ardientemenet una sonrisa de tu boca.
No me gusta jugar con la razón e intento apartar mi cadáver del camino del fuego, fuego que ahoga con su tecnicismo inmaduro y sus aventuras de bucles infinitos.
Dispongo de tiempo, de paciencia, de la estructura que armoniza con lo que necesitas, de aquella infinidad que te resulta tan gloriosa como infame y acepto toda esa antítesis que soy referido a vos y a tu hermosa imperfección.

Augusto Rivarola (Sábado 14/11/2009 – La Plata)

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