Hasta entonces (Fragmentos sobre la polaca)

De la polaca supe nada hasta entonces. Las cartas que le envié siempre regresaron al remito y no entendí el motivo al fin por el cual lo hacían.
Sospeche un tiempo de alguna conspiración de los carteros para que no pueda comunicarme con ella. Todos los sobres regresaban violados como si hubieran sido parte de una ronda de lectura la cual se ensañaba con esta historia.
Imaginé por cierto, a los carteros riendo de mí a carcajadas, imaginando mi cara, riendo de mis tristeza, murmurando mi desesperación por encontrar a la polaca como si fuera un programa de tv, como si yo fuera uno de esos personajes que andan por ahí, como si la polaca misma fuera la cartera que rechazaba esas cartas, que firmaba con orgullo de hombre aquel despecho, aquella indignación que rompía la armonía y me dejaba helado una y otra vez hasta que los acordes se juntaron y las discrepancias pasaron a ser obvias.
Era domingo otra vez y el sol estaba en el mismo lugar que el domingo anterior, iluminaba a conciencia tal acto y me remontaba a aquellos días en Parque Saavedra con ella.
No soy un nostálgico empedernido pero muchas veces traigo conmigo mismo a la inocencia de aquel hombre iluso que no puede ver la perversidad de las personas cuando es de día y brilla el sol. Aquella declaración me confirmo mi pasión por la noche, por el elixir de la locura que me hacia olvidar, por los abrazos, por las paredes negras y las voces roncas, alternativas o femeninas que se acercaban a todo el glamor que la envuelve.
Al llegar a casa no dude en tomar el teléfono y llamar a Pablo. Como siempre, reí antes de discar su número con característica familiar, me arrepentí un centenar de veces antes del primer sonido que salía del tubo.

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©2009 Augusto Rivarola | by TNB