El paraíso volcánico sumergió los besos que allí crecían
aplacando el amor, el futuro y dejando al desnudo sus destinos
el final llegó, noche incierta, momento justo, el dolor y la eternidad.
Hoy no son más que esculturas humanas aquellas
expresiones en rocas, que Miguel Ángel nunca podría haber esculpido
hoy viven en sus muecas el horror y el desencuentro
están grabados en sus brazos, los rasguños de la naturaleza
rasguños que en si, alguien debió recibir
rasguños, brazos y muecas que son inmortales.
Hablar, siglos después. (Pompeya)
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