Sin contar los Kilometros.


- Firme por aquí y la aclaración acá, por favor.
- Listo, ¿donde le dejo la lapicera?
- ahí nomas, no se preocupe, ¡buen viaje! (le dijo el encargado de embarcar a los pasajeros de ningún lado.)

Tomo todas sus pertenencias, olvidando a muchas otras y con la duda como principal apuesta subió a ese avión que no tenia pintado un paisaje de lo que se le venia encima, el mismo avión que lo alearía de lo bueno y lo malo y por arte de magia, sus ruedas pisarían tierra firme otra vez en algún lugar que no existe en la imaginación ni de las fotos que había visado la noche anterior.
A dos manos saludando y con una lágrima por correr su cara, olvido aquello que sentía por un instante e imagino la sobriedad de toda una cultura despertando sus instintos, anticipando la desolación y borrando el pasado -todo el pasado-.
¡Willkommen in Deutschland! ¡Willkommen in Deutschland! -gritaba una señorita por cierto muy guapa, pero no la entendía- el vuelo terminó, las sonrisas cayeron por lo bajo y ahora se encontraba en problemas, en graves problemas.
Busco automaticamente su lugar, arrinconado en la estación, descifrando los carteles que agredían su ignorancia, represento a su cara una vez más y con un acento para nada inglés se apuro a preguntar,
-Excuse me.. please.. -nadie lo oyó está vez-
Sorprendido y sin agallas, recordó aquel lugar. Los parques verdes, las amistades que ya no serian, el amor que va a evolucionar y la sombrilla a medio volar que anunciaba otro verano de playa, otro verano de mar. Su interior actuó como un volcán, se revoluciono hasta más no poder, las pupilas que se dilataron advertían la ferocidad del asunto y no había otro destino que emprender el regreso aunque todavía el papel de recién llegado no nos hacia efecto.
¿Podrá continuar?


Augusto Rivarola

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