Restricciones.

Cuadras dotadas de gente que esporádicamente abre los ojos para mirar al frente, destinos inconclusos que terminan de encontrar destino cuando sus miradas enfocan el piso, el único lugar donde no podrían encontrar quien los observe o juzgue sin los motivos necesarios.
Las escaleras que se dejan subir, ausentes de toda medida de seguridad te invitan a participar de ese horroroso instante, instante de placer vil, oscuro y morboso.
Nadie cree en nada -ni en ellos mismos-, las placas de sus frentes marcan un numero de tres cifras que es lo que valen, planos y con los dientes marchitos se apuran para comprar las ultimas unidades.
Su bandera que se confunde con un símbolo de paz, carece de toda industria, estado o idea fija, seguramente no representan a ningún país, seguramente están solamente representando a su corazón.
Confiesan y ríen de sus travesuras, se esconden detrás de aquellas carcajadas que a esta hora suenan como una fila completa entonando en aquella marcha fúnebre, quizás con alguna trompeta más fría que otra, desafinando contra esa pared que los separa y hace rebotar aquel sonido.
Noches inesperadas que después de desaparecer siguen siendolo. Tétricas como aquel momento, definidas por cosas que escapan de nuestras manos y olvidadas por el mismo destino.
Así fue otra vez.

Augusto Rivarola
Tandil 11/09/2009

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