El músico


El reflejo que mostraba el agua era el de una dama gris de cabellos rubios, envuelta en harapos costosos y histerias de rush. La habitación que la esperaba no era en el Luxor, si no una simple alcoba adolescente que iba a acobijarla con la veneridad que ansiaba, pero sin todo ese lujo insatisfactorio e insípido que ella amaba. ¿Podrá ser ella o sera su reflejo por siempre?
Estaba por fuera del género la neurótica reflexión que el autor planteaba a si mismo al compás de una melodía interminable que demostraba otra vez el talento del genial Charlie, igualmente demos por hecho que conocía a las dos victimas de su historia, aquellos que tiraron de la soga del cuello una y otra vez sin dudarlo y aún estaban aquí, su creador podía jugar con ellas como quisiera y tal y cual se le antojara, noche tras noche.
El no era más que la luna en la noche, estaba por naturaleza, sin que nadie le prestara atención a sus ciclos, era poeta, músico y hasta a veces un buen amante. No insinuaba ninguna etiqueta y respondía sin pretextos y con sinceridad al escuchar una y otra vez la pregunta ¿Y vos, a que te dedicas?, Claro, como si ser músico fuese un hobbie limitado, que no produce ningún tipo de molificación en está sociedad fría y estúpida, como si la música no los acompañara en sus bancos, en sus oficinas, autos, aviones y en sus cabezas. Daba la sensación que la incredulidad era más está vez y todas las veces, que ahora, desde la repugnancia repetían con tono irónico, ¿ese es tu trabajo?, ¿ser músico? ¿y que otra cosa haces?
Mientras tanto, la fidelidad ya no existía, el cuarto que de luxor no tenia nada, donde las luces se esfumarón ante el primer crugiente contacto recibía una interminable secuencia de transparencias que solamente se daban allí. Quedó tallado en una madera, aquel día de disposición frenética y pasión que vibraba gracias al gato, que allí tocaba esa noche, sin duda, la gran noche. Sin importarle mucho vio como estaba hoy presentada la dama gris, un vestido agobiador e insinuante era su envoltorio, transparente de colores estelares que era más fácil de desaparecer que un cabello en un mar de cabellos.
Ella temía dejar todos los prejuicios, el olvido el norte y buscaba su estrella. La conexión fue sublime y desde el primer momento cantaron los pajaros que siempre creían escuchar llorar y lloraron los perros que siempre oyeron ladrar, al parecer el orden de las cosas se invirtió y las divinades que entraban en juego median en billetes, no pudo esquivar su cabeza y el candado otra vez encerró su corazón, no estaba lista para la experiencia que pintada en sus ojos sonaba a Holocausto espiritual o guerra fría por siempre.
El músico estaba parado allí nuevamente, adorando su saxofón que no era efímero. Lo demás lo fue tanto como lo es el silencio o el ruido, situaciones de placer interminable que desprecian al tacto y adoran al gusto.


Continuará..


Augusto Rivarola
a 4 días de cumplir 20 años.

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