No a la destruccion historica.

El "malón" artístico que defendió un edificio histórico en Chaco

La Fabril fue declarada Patrimonio Provincial. Era una vieja fábrica de aceite que se iba a demoler. La salvó una protesta cultural armada en Facebook.

Por: Marcelo Sánchez Dansey

LA FABRIL. Una vista de la antigua fábrica que se buscaba preservar.

Un grupo de gente que se conoce poco o nada, convocada por mensaje de texto o email, que irrumpe de pronto en un lugar público para hacer algo insólito, divertido y luego se dispersa con la misma velocidad que apareció, sin dejar rastros. Más o menos, eso seria lo que se conoce como flash-mob (multitud instantánea) y que en Buenos Aires se inició con aquella mítica guerra de almohadas en los bosques de Palermo en noviembre de 2006 y siguió teniendo secuelas con distintos grados de convocatoria y creatividad en todo el país.

Pero lo de los "fabrileros", en el Chaco, es realmente novedoso: su performance consiguió que el gobernador Jorge Capitanich, firmara un decreto que declara Patrimonio Histórico Cultural al predio conocido como La fabril, una pequeña ciudadela de cuatro hectáreas y cien años de edad, que fuera una fábrica de aceite y que ya había empezado a ser demolida para construir un barrio.

No sólo se detuvo la destrucción del lugar sino que la empresa constructora -que fue escrachada- ofreció levantar un centro cultural en uno de los edificios que originalmente planeaba tirar abajo.

La movilización comenzó la mañana en que las grúas aparecieron y se canalizó por Facebook. "Ya comenzaron a demoler el silo y es irreversible, pero si no defendemos lo que queda, es posible que pronto vengan por más", decía la invitación al "evento de protesta", que apelaba al efecto bola de nieve y alertaba sobre la no inclusión de los medios masivos de comunicación tradicionales: "avisen a los amigos y a los amigos de los amigos. Pero ojo, no aviven giles. Todo queda en el underground".

Fue así que al día siguiente, a la hora y en el lugar señalados, apareció un malón de artistas y estudiantes, arquitectos, ambientalistas, padres con niños, floggers y comerciantes del barrio, que se atrincheraron en el interior de último silo para convertirlo en sala de conciertos ad-hoc.

Como indicaba la propuesta, llegaron provistos de instrumentos musicales -dime qué tocas y te diré quién eres- y, aprovechando la acústica del lugar, ejecutaron una sonora protesta que derivó en zapada, acompañada por raperos y bailarines de hip hop.

Con todo, la acción más trascendente fue la redacción de un petitorio que iba a ser presentado ante la Comisión Provincial de Patrimonio, que finalmente determinó que el lugar "revistió una importancia trascendental en la vida económica y social del pueblo del Chaco".

El ruido había llegado antes a los medios de comunicación, que se hicieron eco del reclamo. Y la ciudadanía siguió enviando cartas de lectores y acudiendo a la radio para llamar la atención sobre una "urbanización Alzheimer" como la llamaron por ahí a esta manía de construir ciudades en detrimento de su memoria.

No queda claro si el tiempo es arte o si fue el arte de hacer política en tiempo electoral; lo cierto es que, una semana después, el 27 de mayo, el gobernador Capitanich -impulsado por el director del Instituto de Cultura, Francisco Romero- firmó el decreto que un grupo de patrimonialistas venía reclamando desde 1999.

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