Epistole II (Desde Jose Marti)


Ezeiza - 20/Dic/2010

Estoy seguro que cuando el avión iba a despegar, ella aún no estaba lista para crecer
disertamos en una materia muy complicada, una tesis interminable de idas y vueltas

de encuentros de hondos suspiros, de auroras boreales simplemente mortales.

Lo que implicaba aceptarlo, terminaba en amarlo tal cual es (algo dificultoso)
en empezar a vivir de otra manera, en desafinar en los trips de glamour

en disonar dentro del sistema que le impusierón sus padres y los prados de campo.

Reír a carcajadas, hacer el amor de la manera más frenética que los cuerpos soportasen
renunciar a la vida eterna y suplicar que el descanso aceche, cuando el día mismo lo haga
fueron series de deseos, que concluyeron en nada.

José Martí sobre mis pies, el aire de una recepción que es invadida por hospitalidad.

De aquel avión empieza a asomar una figura, solo un par de ojos lograron deshabitarlo

bajar por sus escaleras metalicas.
Aprendí al pisar el segundo escalon, que la indecisión, el tumulto y la inmadurez siempre ganan
que en estos casos la autosuficiencia no le jugo una buena racha (y trate de entenderla).
Involuntariamente rechillaron sus dientes, le empezó a remorder la conciencia
quizás se arrepienta de todo o quizas nunca entienda bien que fue lo que abandono.


Entonces logré entender por fin, que el arrepentimiento no es más que una confirmación que su firmeza debería estar inmaculada y que su indecisión debería ser declarada un tabú eterno. Empeze a reflexionar sobre aquello sentado en un banco en La Habana, tome un cigarro local que encendí y procure saborear hasta el final. Me ayudaria a concluir en una verdad (de esas que nos consuelan). Entonces pensé; Una victoria siempre debe ser bien recibida, una despedida nunca es motivo de llanto y todo reencuentro está previamente escrito. Ni mi suerte ni mi karma podrían dejarme sin salida, nunca jamás lo han hecho y nunca jamás lo harán. Entonces concluí en que la vieja Habana debe ser recorrida y besada de punta a punta, que hay que evolucionar recíprocamente, que la constante son los besos, que desaparecieron con la noche y se esfumaron entre notas rítmicas y a destiempo.


Augusto Rivarola

Musica por Gato Barbieri - She's Michelle



2 comentarios:

Unknown dijo...

estuve leyendo lo que escribiste otro dia con mas tiempo lo termino de leer
aunque algunas cosas bolasiaste jaja
que sabes karate no te enojes
MAMA

Augusto Rivarola dijo...

jajaja ma, eso es ironiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

 
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