Epistole 1 (100 días)


28/Nov/2008.

A Janis:


He estado más de 100 dias sin verla, sin sentir su perfume de dulces maderas en mi ropa, sin oir sus pasos de tacones, ni recibir sus eternos reclamos.
He estado más de 100 días, o puede que 100 días exactamente, perdiendo la cuenta del uso de la razón, recurso no renovable que empieza a agonizar, y que su peligro de extinción es correlativo con varias de mis aún vivas, pero oribundas ilusiones.
Me la pase intentando argumentar aquella perdida irrelevante que es usted, buscando la forma de encontrar una explicación para entender porque el tiempo pasa tan rápido, porque lo rápido empieza a detenerme tanto, cuando empiezo a recordar lo veloz que se fugó su hombro de mis manos, y de mi boca.

Hay mi querida Janis, si supiese ud que luego de abandonar la estancia igualmente ellos habrían partido a las tres en punto, (tal y como lo prometieron y sin duda alguna), en ese automovil lujoso de pintura blanca con perlas incandescentes, ese inalcanzable bólido que fue siempre tan inapropiado para mi y para mi espiritu vandálico y actitud de adolescente berrinchero.
Soy yo nuevamente el que le escribe, ese que adueñandose de su caótico pasado, vio caer más de 500 estrellas fugaces y nunca fue capaz de pedir un deseo, quizás porque ese deseo era ud, quizás porque esas estrellas nunca hubiesen alcanzado la luz que sus dientes reflejaba al sol cuando se sonríe.
¡Ay!, si el pasado hablara y pudiera pintarse en cuadros como se pintan algunas palabras, como se pintan los besos en monitores y televisores hoy en día. ¿Recuerda aquellos años eléctricos que vivió junto a mi?, ¿habría elegido un destino más uniforme?, ¿un destino con la inseguridad como capitán y tripulación? habria elegido una pandemia sentimental que seguramente tenia planes maquiavelicos para usted, y sabría muy bien donde crecer, donde exhibirse y donde detonar su aura inconfundible; Ese frío inexplicable hasta para el alma del más insensible.
Recuerdo sus miedos insignificantes, sus sweaters puestos al revés, las remeras que le quedaban tan grandes, el colibrí que se había posado sobre su cabello, ¡Ja! era tan graciosa esa tormenta, eran tan inofensivos los rayos que caían sobre los arboles de Plaza Francia, esos hachazos naturales que convertian en retazos de madera al instante esos historicos y luchadores viejos robles.
¡jajajaja! fueron tan ingenuos aquellos agresores, no nos vendían el miedo como a todos, el esplendor de seguridad era ese instante, era el momento, aquella unión de esencias, aquella dichosa destrucción recíproca, y las nubes tan figurativas, tan pintadas por alguién.
Fue totalmente en vano considerar que algún tercero intentara hacerños daño, (mas daño que el que podíamos provocarnos nosotros mismos).
Cuando un hombre, se convierte en hombre y llega a cierta edad, empieza a extraviar percepciones y dones que consiguio durante su niñez, en algún banco deje un sombrero lleno de magias, una tarde de saxofón y caricias que me sorprendieron, tarde que luego se torno muy accidentada, tarde que aún graciosamente recuerdo.
Hay Janis, si tan solo leyeras esta carta, si tan solo el hombre de traje blanco que sonríe raramente sin cesar te la entregara en tus manos, seguramente volverías por mi, estarías más cerca aún.
Aquí hace frío, el calor no se logra sentir, porque calor artificial, el sol empieza a salir a eso de las 6 de la tarde y la noche cae siguiéndole como en fila india, aquí las noches duran días y los días duran mañanas, el tiempo es tan ilogico y previsible.
Este tipo me ha pedido de cierto dinero que no tengo para enviarte está carta, he cobrado algunos favores y espero que estés leyendo estás lineas.
Oh, Janis, está camisa me aprieta, no es la misma que tu me regalaste al pasear por aquellas playas de Cuba.

Augusto Rivarola
Recitado por Augusto Rivarola - Música por Sony Stitt.




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