Tanto tiempo.

La polaca le sonrie intentando disimular lo obvio. Su faringe explota y la encierra, sus manos comienzan a transpirar. Se ahoga en un incesante revoleo de ojos que uno tras otro (como si fueran al compás de un relojito) le enseñaron a descubrir cuando toca pagar el silencio.
Un dilema tras otro, el mismo intento furtivo de despegar hacia el cosmos donde su ambición de tenerlo aunque sea solo por hoy no esta mal vista, y es que aunque lo merece, el no pretende arruinar su maquillaje otra vez.

La insatisfacción, el plato especial. Un callejón sin salida, una escalera al infinito que esconde debajo su pollera, una percepción inundada de historias que navegan hacia un motivo más para arrepentirme.
Ha pasado el tiempo y por debajo de la pieles también se siente, el tiempo no miente si no lo provocamos y brindamos una razón para que lo haga.
Una carrera intravenosa en busca de un limite que desearía haber conocido tiempo atrás. Pero es que siempre fui tan despreocupado y egoista.
Es la tentación que invita a mordernos, pero uno no es suficientemente fuerte para escapar, esos son lujos para los reos.

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©2009 Augusto Rivarola | by TNB